top of page
  • Facebook
  • Instagram

RESULTADOS DE BÚSQUEDA

Se encontraron 12 resultados sin ingresar un término de búsqueda

  • Viviendo el duelo siendo psicóloga

    Hoy se cumple un año del último desayuno que compartí físicamente con mi papá, a quien cariñosamente llamábamos Toto, su apodo desde pequeño. Esa mañana cruzamos pocas palabras, pero sí nos expresamos lo mucho que nos amábamos. Ese instante, compartido además con mi hermano menor, fue sublime, único, y lo guardo como un tesoro en mi memoria. Transitar este proceso de su ausencia me ha costado y me sigue costando, porque mi papá era mi compañero en muchas cosas cotidianas. Al mismo tiempo, me tocó acompañar a muchos de mis pacientes —personas que con confianza me eligieron como su terapeuta— en medio de situaciones complejas. Ahí apareció uno de los mayores desafíos: ser psicóloga, ser humana y, sobre todo, aceptar que no soy perfecta. Existe un estigma fuerte: la creencia de que, por ser profesional de la salud mental, “tenemos que estar siempre bien”, como si no tuviéramos derecho a quebrarnos. Sin embargo, este año me enseñó que incluso con todas las herramientas que aprendí y enseño, sigo siendo una persona que siente, que sufre, que atraviesa silencios y que también necesita apoyo. Ser profesional en salud mental tiene ventajas, porque contamos con recursos que podemos aplicar en nuestra propia vida. Tener herramientas me ayudó a sostenerme, pero no me evitó el dolor. Porque el duelo no se trata de eliminar lo que sentimos, sino de aprender a caminar con ello. Y ahí entendí que las técnicas no son un escudo que nos aísla del sufrimiento, sino un apoyo para transitarlo de manera más compasiva. Mi duelo fue, en gran parte, silencioso: acompañado de lágrimas, cansancio, momentos de vacío y poca motivación. En medio de esa vulnerabilidad, la compañía de mi familia y de unos pocos —contados con los dedos— amigos fue lo que me permitió empezar, poco a poco, a sostenerme y abrirme nuevamente al compartir. El duelo de una psicóloga tiene un matiz particular: muchos asumen que no necesitamos de los demás, que “ya sabemos qué hacer”, o que si no hablamos en los encuentros sociales del tema es porque lo tenemos superado. La realidad es otra: seguimos siendo hijas, seguimos siendo humanas, y también necesitamos espacios seguros donde mostrarnos frágiles. Hoy, mirando hacia atrás, abrazo la certeza de que este proceso me ha hecho más fuerte, más empática y más cercana. No desde el rol de la psicóloga que “tiene todas las respuestas”, sino desde la mujer que perdió a su papá y aprendió que sanar también significa permitirse ser acompañada. En la terapia de aceptación y compromiso solemos decir que el dolor es como una mochila que no podemos soltar, pero sí podemos elegir hacia dónde caminar con ella. Yo sigo llevando la mochila de la ausencia de mi papá, y aunque pesa, también me recuerda el amor que compartimos. Lo importante no es deshacerse del dolor, sino seguir avanzando hacia aquello que da sentido y conecta con nuestros valores. Quiero dejar una reflexión final: validar y compartir las emociones es un acto de humanidad, sin importar si sos psicólogo o no. Aceptar que sentimos dolor, tristeza o vulnerabilidad no nos hace débiles, nos hace auténticos. Porque el duelo, como la vida, se transita mejor cuando no lo caminamos en soledad. Comparto además estas palabras de mi papá, que siempre llevo conmigo: “Siempre es importante hacer un cero en la vida, para empezar de nuevo o reenlazarnos. Siempre tenemos la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente o mejor”. Gracias, papá, por tu amor y por haberme brindado todo para ser quien soy. Si llegaste hasta aquí, gracias por leerme. Con cariño, Jaz

  • Conflictos de pareja en Navidad: el dilema de dónde ir

    La Navidad suele mostrarse como un momento mágico, lleno de unión y celebración. Pero para muchas parejas, puede convertirse en una fuente de conflicto. La pregunta de dónde pasar la noche del 24, con la familia de uno o del otro, puede generar tensiones inesperadas. ¿Por qué? Porque esta decisión no es solo logística; está cargada de emociones profundas y significados personales. El peso emocional de la Navidad Para la mayoría, la Navidad es tradición, recuerdos de infancia, conexión con seres queridos, y a menudo, una manera de reafirmar los lazos familiares. Por eso, cuando una pareja debe decidir dónde pasarla, no se trata solo de elegir una casa: están en juego sentimientos de nostalgia, lealtad y, a veces, culpa. Querer estar con la propia familia es algo natural. Cada persona tiene su propia historia y apego emocional a esta festividad. Pero cuando ambos tienen el mismo deseo y no parece haber un punto medio, es fácil que las conversaciones deriven en frustración, resentimientos o incluso en discusiones que se sienten más grandes de lo que realmente son. Lo que hay detrás de los conflictos de pareja en Navidad Lo interesante es que estas discusiones rara vez se tratan únicamente de la Navidad. Muchas veces, reflejan temas más profundos dentro de la relación. Tal vez hay problemas de comunicación que impiden expresar las necesidades de manera clara. O quizá existe el temor de que la familia del otro sea más importante en la dinámica de pareja. Incluso puede haber un trasfondo de sentirse poco valorado o entendido en otras áreas de la relación. También es importante considerar que los roles familiares muchas veces influyen en cómo se manejan estas decisiones. Algunos se sienten responsables de mantener ciertas tradiciones, mientras que otros cargan con expectativas familiares que no saben cómo manejar sin sentirse culpables. Buscar un equilibrio La solución no está en buscar ganar la discusión, sino en encontrar un punto medio que haga sentir valoradas a ambas partes. Aquí es donde entra la comunicación sincera y empática. No se trata solo de decir "quiero pasarla con mi familia", sino de explicar qué significa eso para vos, cómo te conecta con tus raíces y por qué es importante para tu bienestar emocional. Opciones como alternar los años o dividir el tiempo durante el mismo día pueden ser prácticas. Sin embargo, lo que realmente marca la diferencia es el enfoque: que la decisión sea un acuerdo mutuo, no una imposición. Entonces, ambos podrán decirle adiós a los conflictos de pareja en Navidad.

  • Cómo derribar las expectativas de una “Navidad perfecta” y disfrutar realmente

    La Navidad suele venir cargada de muchas emociones y expectativas. Nos bombardean imágenes de familias reunidas en mesas impecables, risas y regalos que parecen reflejar el amor absoluto. Pero la realidad, para muchos, puede ser distinta. La presión de hacer de esa noche algo especial puede convertirse en una carga que nos impide disfrutar del momento tal y como es. Derribar expectativas no significa renunciar a la magia. Muchas veces, soñamos con la “Navidad perfecta” que vemos en las películas o que imaginamos como ideal, pero la vida rara vez se alinea con eso. Tal vez la cena no sea como imaginabas, los conflictos familiares emerjan o simplemente el cansancio o recuerdos de fin de año pesen más de lo esperado. Sin embargo, dejar ir esas expectativas no es rendirse, sino abrirse a la experiencia real: disfrutar de la compañía, de los pequeños gestos de cariño, de las risas espontáneas o incluso de los silencios compartidos. El poder de establecer límites antes de la reunión Una Navidad tranquila y satisfactoria no solo depende de dejar ir expectativas, sino también de trabajar con anticipación en los límites propios. Saber decir que no a ciertas dinámicas familiares o establecer cómo queremos involucrarnos puede marcar la diferencia. Por ejemplo, decidir con antelación cómo reaccionar ante comentarios incómodos o expectativas poco realistas puede ahorrarte ansiedad y malos ratos. Comunicar lo que necesitás, ya sea un momento de calma durante la reunión o evitar ciertos temas sensibles, es un acto de cuidado propio que también beneficia a los demás. Además, los límites nos ayudan a protegernos emocionalmente, permitiéndonos disfrutar sin sentirnos obligados a cumplir con todo o a cargar con el peso de las tensiones familiares. La clave está en priorizar tu bienestar para que la noche sea más ligera y significativa. La Navidad no tiene que ser perfecta, solo auténtica.

  • Diciembre y altibajos emocionales: el mes de las emociones intensas y la oportunidad de conectar con vos mismo

    Diciembre y altibajos emocionales: ¿Por qué? Diciembre es un mes que trae altibajos emocionales y de forma casi inevitable, nos hace mirar hacia atrás y, al mismo tiempo, nos empuja a avanzar. Las casas llenas de lucecitas, las reuniones con seres queridos o amigos que hace tiempo no veías, los abrazos que tanto esperábamos… pero también las ausencias que pesan y las emociones que no siempre sabemos cómo manejar. Es como si todo lo que hemos vivido durante el año regresara a nosotros, de golpe y sin aviso, para recordarnos cuánto hemos avanzado, pero también cuánto nos queda por transitar. Y está bien. No hay un manual que diga cómo "sobrevivir" a diciembre, porque este mes no necesita ser perfecto, ni vos tenés que estarlo. La nostalgia puede aparecer en medio de una cena festiva. El cansancio acumulado del año puede sentirse más fuerte justo cuando queremos disfrutar. La clave no está en evitar sentir, sino en aprender a permitirnos hacerlo. La alegría, la tristeza, la gratitud y hasta el agotamiento son válidos. Todas esas emociones nos recuerdan algo esencial: que somos humanos. El arte de regalarte pausas Entre tantas reuniones, tareas pendientes y "últimos esfuerzos del año", es fácil olvidarnos de nosotros mismos. Pero diciembre también puede ser un momento para detenerte. Un respiro en medio del ruido. Un instante para preguntarte cómo te sentís de verdad. Quizás lo que necesites no sea tanto cumplir con todo, sino soltar un poco. Tal vez no se trata de sumar eventos a tu agenda, sino de encontrar espacios para abrazarte a vos mismo, con la misma ternura con la que abrazás a los demás. Conectar con los demás, pero sobre todo con vos mismo/a Diciembre nos invita a conectar, no solo con quienes amamos, sino también con nosotros mismos. Es un buen momento para reflexionar sobre qué relaciones te llenan y cuáles pesan más de lo que deberían. Es la oportunidad perfecta para evaluar tus propios límites y decidir qué querés llevar al próximo año y qué preferís soltar. El espíritu festivo no debería ser una presión, sino un recordatorio: lo más importante no es todo lo que logres hacer, sino cómo lográs estar presente. Así que, si este diciembre trae consigo altibajos emocionales, recordá que no estás solo. La clave no está en huir de esas emociones, sino en aceptarlas y permitirte ser. Aunque diciembre a veces nos abrace y nos desarme, siempre guarda en su esencia la posibilidad de un nuevo comienzo.

  • Las acciones positivas: El efecto en cadena que cambia vidas

    Lo positivo muchas veces pasa desapercibido. Las noticias, las redes sociales, e incluso nuestras propias conversaciones tienden a enfocarse en problemas, errores y situaciones difíciles. Sin embargo, existe una fuerza que trabaja en silencio: nuestras acciones positivas, el efecto en cadena de las acciones positivas es que tienen el poder de crear un ciclo que perdura, de persona en persona, en maneras que quizás nunca lleguemos a ver. La bondad que no se ve, pero sí se siente Quizás te pasó que un día triste se ilumina con un simple gesto de amabilidad: una sonrisa de un desconocido, una palabra linda de alguien cercano, o la disposición de una persona para escuchar sin juzgar. Estos momentos suelen ser breves, y muchas veces ni siquiera recordamos el rostro o el nombre de quien nos dio ese instante de alivio. Sin embargo, esas pequeñas acciones dejan una marca. Nos inspiran a seguir adelante, a sentirnos más valorados y a devolver esa misma amabilidad cuando tenemos la oportunidad. Este tipo de acciones se expanden. Al recibir una muestra de bondad, nuestro ánimo cambia, y naturalmente tenemos más disposición a hacer lo mismo por otros. Quizás no volvamos a ver a quien nos hizo el día más ligero, pero su gesto tiene el poder de transformarse en una cadena de actitudes positivas que pueden llegar mucho más lejos de lo que pensamos. La inspiración silenciosa: cómo nuestras acciones influyen en otros La gente que nos rodea observa más de lo que creemos. La forma en que enfrentamos los problemas, nuestra manera de hablar de nosotros mismos, y cómo elegimos priorizar nuestro bienestar puede tener un impacto significativo en sus vidas. A menudo, quienes nos ven hacer algo positivo, ya sea tomar decisiones saludables, superar un reto o cuidar de otros, encuentran inspiración en nuestros actos. Sin necesidad de decir una sola palabra, estamos enseñando con el ejemplo. El círculo invisible de las acciones positivas Es posible que nunca lleguemos a ver el impacto final de cada una de nuestras acciones. Quizás nunca sepamos cuántas personas se han atrevido a seguir sus sueños, a cuidarse mejor, o a tratar con más amabilidad a otros porque un día vieron en nosotros un pequeño acto de bondad. Pero cada vez que elegimos actuar desde el bien, estamos contribuyendo a construir un mundo más cálido, más humano y más lleno de esperanza. La oportunidad de cambiar vidas, un detalle a la vez Al comprender el alcance de nuestras acciones, tenemos la oportunidad de elegir intencionalmente la manera en que queremos contribuir al mundo . No necesitamos grandes gestos ni actos heroicos para hacer una diferencia; basta con un acto de bondad, que tal vez ni recordemos al final del día, pero que para alguien más puede ser el inicio de un cambio que estaba esperando hace tiempo.

  • ¿Por qué cuesta aceptar lo incierto?

    La incertidumbre tiene un peso emocional que, aunque no siempre seamos conscientes, altera profundamente nuestra tranquilidad. La mente está diseñada para buscar certezas y patrones. Enfrentar situaciones inciertas nos saca de ese estado de "seguridad", generando una sensación de vulnerabilidad. En un intento de cuidarnos, el cerebro tiende a imaginar los peores escenarios posibles, alimentando la ansiedad y el miedo, incluso cuando esos temores no tienen una base real. La búsqueda de control como mecanismo de protección No es casual que muchas personas quieran planificar cada aspecto de su vida. La necesidad de control surge como una estrategia para evitar el dolor o la decepción. Si sabemos qué va a pasar o creemos tener las cosas bajo control, sentimos que nada nos va a tomar por sorpresa. Sin embargo, esta ilusión de control es justamente eso: una ilusión. La vida, por naturaleza, es incierta y cambiante. Desde cambios de trabajo hasta relaciones que terminan o comienzan, estamos en constante adaptación. Resistir la incertidumbre nos drena porque es una lucha constante contra algo inevitable. La influencia social y cultural Además de los mecanismos internos, el entorno también influye. Vivimos en un mundo que nos impulsa a tener todo resuelto: el trabajo ideal, la vida personal en equilibrio, un plan para cada situación. Esto genera presión y refuerza la idea de que no tener todas las respuestas es sinónimo de fracaso. Sin embargo, el crecimiento personal no se da en las certezas, sino en la adaptación a lo inesperado. Aprender a convivir con la incertidumbre nos permite descubrir nuevas oportunidades, caminos que jamás habríamos imaginado si nos aferráramos solo a lo seguro. ¿Cómo transformar la incertidumbre en una aliada? Aceptar que no podemos controlar todo es un proceso quizá costoso pero es liberador. En lugar de tratar de evitar la incertidumbre, podemos verla como una oportunidad para desarrollar confianza en nosotros mismos. Cada situación incierta es una invitación a practicar la paciencia y la flexibilidad. Si dejamos de luchar contra lo que no podemos predecir y nos enfocamos en lo que sí podemos manejar —como nuestras reacciones y decisiones del momento—, la ansiedad disminuye y surge una sensación de libertad. Elegir la paz en medio de lo incierto Al final, la clave no es encontrar certezas en cada aspecto de la vida, sino aprender a sentirnos cómodos sin ellas.  Tolerar la incertidumbre no significa resignarse, sino confiar en que, aunque no siempre sepamos lo que viene, seremos capaces de afrontarlo. Es elegir soltar la necesidad de saberlo todo para encontrar paz en lo que sí está en nuestras manos. La vida es un proceso constante de cambios, y cada vez que abrazamos lo incierto, abrimos espacio para algo nuevo: crecimiento, oportunidades y una versión más resiliente de nosotros mismos. Acordate de la frase que ya mencioné unas cuantas veces en mis redes: Lo ÚNICO constante es el CAMBIO.

  • ¿Cómo parar mi ansiedad?

    Esa es una pregunta que seguro te haces constantemente: ¿Cómo parar mi ansiedad? Pero la ansiedad no es algo que pueda pararse apretando un botón. Las cosas rara vez son completamente buenas o malas, la vida está llena de matices. Cuando te des cuenta de que estás pensando de manera rígida o negativa, para y cuestiona esos pensamientos: ¿Hay evidencia sólida para respaldarlos o hay otras formas de ver la situación? Aprende a aceptar la incertidumbre  como parte natural de la vida. Practica el estar cómodo con la idea de que no se puede controlar lo que va a pasar. Preguntate cómo vería esta situación otra persona o qué consejo daría un amigo  de confianza en esa situación. El cambio es inevitable  en la vida y puede ofrecer nuevas oportunidades y crecimiento personal. No podemos controlar nuestro alrededor. Recuerda que la ansiedad es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones percibidas como amenazas o desafíos, lo ideal es identificar los desencadenantes que la provocan y trabajar en desarrollar estrategias para enfrentarlos de manera saludable. El objetivo no es eliminar completamente la ansiedad, sino aprender a vivir con ella de manera que no te impida disfrutar de la vida. No dudes en buscar apoyo profesional si la ansiedad se vuelve abrumadora.

  • Hice un cambio en mi vida pero no noto nada, ¿Por qué?

    ''Hice un cambio en mi vida pero no noto nada'': Cuando intentamos incorporar un nuevo hábito,  nuestro cerebro y cuerpo necesitan tiempo para adaptarse a este cambio. Esto implica ajustar patrones de comportamiento establecidos  y, en algunos casos, desaprender hábitos antiguos. Este proceso de adaptación no pasa de la noche a la mañana. Los hábitos se forman a través de la repetición y la creación de nuevas conexiones neuronales en el cerebro. La neuroplasticidad (es la capacidad del cerebro para reorganizarse formando nuevas conexiones neuronales) requiere tiempo y consistencia. Cada repetición fortalece estas conexiones, pero este fortalecimiento es gradual.  Al principio, nuestro cerebro puede resistirse al cambio debido a la inercia de los hábitos antiguos y la comodidad de lo conocido.  Esta resistencia inicial puede hacer que el nuevo hábito parezca incómodo o difícil de mantener, y superar esta resistencia es parte del proceso de formación del hábito. Los cambios significativos generalmente están compuestos de pequeños progresos que se van acumulando. Cada pequeña acción repetida contribuye a un cambio mayor a largo plazo,  pero estos pequeños progresos pueden ser difíciles de notar en el corto plazo. Es como plantar una semilla y esperar a que crezca; no vemos el crecimiento día a día, pero con el tiempo, la planta se desarrolla.  Varios factores, como nuestro entorno, estado emocional, nivel de motivación y apoyo social, pueden influir en la velocidad y eficacia con la que un nuevo hábito se consolida. Estos factores pueden acelerar o ralentizar el proceso de formación del hábito. Entender que los resultados no son instantáneos nos ayuda a mantener la paciencia y la perseverancia necesarias para mantenernos en el camino. El cambio duradero es un viaje y no un destino inmediato, y cada pequeño esfuerzo que hacemos es una inversión en nuestro bienestar a largo plazo.

  • Ansiedad y procrastinación

    Relación entre: Ansiedad - Perfeccionismo - Procrastinación El perfeccionismo implica un miedo intenso a cometer errores o no alcanzar estándares extremadamente altos (autoimpuestos o impuestos por la sociedad). La ansiedad alimenta al perfeccionismo al aumentar la percepción de riesgo y fracaso. Cada cosa, por simple que sea, puede ser una fuente de estrés porque el perfeccionista siente que debe hacerlo a la perfección o de lo contrario enfrenta consecuencias negativas. Esta presión puede llevar a la procrastinación,  ya que la persona puede retrasar el inicio de una tarea por miedo a no hacerla perfectamente . El perfeccionismo también puede limitar el disfrute de los logros personales, ya que se tiende a centrarse más en lo que se podría haber hecho mejor en lugar de apreciar lo que ya se ha conseguido. Comprender esta relación-conexión entre la ansiedad, el perfeccionismo y la procrastinación es súper importante para abordar estas situaciones. Reconocer que la perfección es inalcanzable y que cometer errores es HUMANO puede ser bastante liberador. Aprender a ponerse expectativas más realistas y practicar la autocompasión es lo ideal para reducir la ansiedad en estos casos y llevar una vida más tranquila sin presiones autoimpuestas que no aportan nada bueno.

  • Cómo disminuir la ansiedad

    Las cosas rara vez son completamente buenas o malas, la vida está llena de matices. Cuando te des cuenta de que estás pensando de manera rígida o negativa, pausá y cuestioná esos pensamientos: ¿Hay evidencia sólida para respaldarlos o hay otras formas de ver la situación? Aprendé a aceptar la incertidumbre como parte natural de la vida. Practicá el estar cómodo con la idea de que no se puede controlar lo que va a pasar. Al pensar en cómo disminuir la ansiedad, preguntate cómo vería esta situación otra persona o qué consejo daría un amigo de confianza en esa situación. El cambio es inevitable en la vida y puede ofrecer nuevas oportunidades y crecimiento personal. Te enseño más herramientas para cuidar tu salud mental, seguime en redes sociales para tener acceso a mayor contenido

bottom of page